Vale más una imagen que mil palabras…

Habla el experto… de lo que más “entiende”

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Y es que siempre, siempre, opinan los que más conocen del tema. Que ironía es que pretendan tildar de antinatural, pecado, y demás etc. a los actos realizados por otras personas, simplemente por su orientación sexual o por su elección con respecto a lo que hacer con su propio cuerpo, las personas que precisamente ven a no tener familia como una “perla a la que cuidar”[1] tan solo porque creen que obtendrán recompensas… una vez mueran. [2]

Estos que ven positivo el no hacer una familia simplemente porque un libro así lo dice en algunos versículos, muy sujetos a interpretaciones subjetivas y contradictorias; estos que ven algo beneficioso el no contraer relaciones sexuales, siempre tienen palabras para opinar sobre aquello de lo que menos conocen. Expertos en no tener relaciones sexuales nos dicen qué debemos hacer con nuestro cuerpo. Expertos en no tener hijos, nos dicen como educarlos. Expertos en no convivir con ninguna persona y dedicar todo su “amor” a un personaje literario e imaginario, nos dicen como vivir con nuestras parejas, sean del sexo que sean. ¿Por? pues porque creen tener un manual con respuestas a todo y creen que si las cumplimos todos, por muy arcaicas, retrógradas e intolerantes que sean, iremos a un lugar maravilloso, del que no pueden ofrecer ni una sola evidencia de su existencia, una vez estemos muertos.

Notas:

1.- Según el vaticano, el celibato es “una perla preciosa” que ha de conservarse. Fuente: ENCÍCLICA SACERDOTALIS CAELIBATUS (Pablo VI)

2.- La recompensa de la que hablo se encuentra en el mismo texto:

22. Jesús, que escogió los primeros ministros de la salvación y quiso que entrasen en la inteligencia de los misterios del reino de los cielos (Mt 13, 11; Mc 4, 11; Lc 8, 10), cooperadores de Dios con título especialísimo, embajadores suyos (2Cor 5, 20), y les llamó amigos y hermanos (Jn 15, 15; 20, 17), por los cuales se consagró a sí mismo, a fin de que fuesen consagrados en la verdad (Jn 17, 19), prometió una recompensa superabundante a todo el que hubiera abandonado casa, familia, mujer e hijos por el reino de Dios (Lc 18, 29-30). Más aún, recomendó también [8], con palabras cargadas de misterio y de expectación, una consagración todavía más perfecta al reino de los cielos por medio de la virginidad, como consecuencia de un don especial (Mt 19, 11-12). La respuesta a este divino carisma tiene como motivo el reino de los cielos (Ibíd.. v. 12); e igualmente de este reino, del evangelio (Mc 20, 29-30) y del nombre de Cristo (Mt 19,29) toman su motivo las invitaciones de Jesús a las arduas renuncias apostólicas, para una participación más íntima en su suerte.

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